Según el consejo maya de la entrada anterior, debemos huir de las cavilaciones y prejuicios.
Ambas cosas provienen de la falta
de información. Si algo nos llama la atención en una persona, sea su vestimenta,
sus tatuajes o su desparpajo al hablar con el sexo opuesto, enseguida nos creamos una opinión sobre ella, su manera
de ser y actuar por la vida. La estamos prejuzgando.
Si además vemos que pasa mucho tiempo hablando
o tomando copas con la misma persona nos imaginamos historias y comportamientos
que pueden o no coincidir con la realidad. Estamos cavilando.
El prejuzgar y cavilar sobre una
persona se evita preguntándole directamente a ella acerca de lo que nos
escandaliza o llama la atención. Difícil cuestión ésa, puesto que entras en el
ámbito privado y puedes recibir una desagradable y lógica respuesta: "Eso
a ti no te importa".
Por eso decidimos no decir nada y
quedarnos con la imagen que nos hemos creado de ella, sea o no verdadera. Y
continuamos imaginando y creando películas mentales sobre romances y sexo donde sólo hay amistad o parentesco.
¿Pero qué sucede si la persona en cuestión es amiga íntima, la mejor amistad que tienes?
Entonces todo cambia: entre
amigos no debe haber secretos, y la confianza es tal que no dudas en preguntar
lo que te inquieta. Si es un verdadero amigo te responderá sinceramente y sin ambages;
pero si te dice que es algo personal que no te incumbe, demuestra que no es tu
amigo, pues sin confianza no hay amistad.
No existe amistad donde la
desconfianza es tal que no se te comunica el número de teléfono, que no te
dice dónde va el fin de semana, dónde pasa las vacaciones o qué relación existe entre él y la nueva
amistad, esa que acapara todo su tiempo.
Y lo peor es que con ese
secretismo se da pie a las discusiones,
a las cavilaciones, a los prejuicios, a los celos y al distanciamiento.
Amigos así, mejor lejos. Aunque los eches en
falta y te duela.
¿Cómo entonces aplicar los
consejos de los mayas?, ¿cómo dar amor por encima de todas las cosas, como dijo
Jesucristo?, ¿cómo no tener en cuenta los daños y poner la otra mejilla?
Convencernos de que somos humanos y que
ninguno somos perfectos; todos cometemos errores, y si queremos que nos
perdonen debemos perdonar. Además, a una persona amiga se le acepta con sus defectos
y virtudes, y por tanto debemos amarla por encima de sus defectos. Sólo así
gozaremos de paz y felicidad.


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